“Al hombre se le juzga por lo que puede hacer,
a la mujer por lo que se le puede hacer”
John BERGER, Modos de ver.
He necesitado años para aceptar esta descarnada pero certera
frase del genial crítico británico.
En diciembre de 2010 pudimos ver, en el Museo Thyssen-Bornemisza, obras de Mario Testino, el fotógrafo de las famosas.
Mientras las autoridades y la prensa genuflexa se felicitaban por la hermosa exposición a mí se me
encogía el corazón con cada fotografía. La mujer ideal para Testino es joven, frágil,
sumisa, delgada, ociosa y sexualmente dispuesta. La presencia de estas imágenes
en este lugar de la alta cultura oficial supone la intronización de un concepto denigrante
de mujer y la confirmación que la mujer sólo es bella si es una promesa de
cama, si se le puede hacer algo; y cuanto más promete y más parece que se le
puede hacer, más bella es. Si no, deja de ser plenamente una mujer bella.
Este mensaje no es nuevo, lleva en marcha cierto tiempo, y ya es la
opinión de buena parte de la sociedad. Una mujer es valorada y juzgada en función de si tiene un "bueno polvo" o no.
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¿Qué se está retratando? ¿cómo esta joven está siendo desnudada en el infame sótano de una mansión? |
La mujer de Testino nunca lleva gafas, no lee, ni
parece conocer la existencia del libro. Tampoco la vemos pensando, con gesto
reflexivo, ni conoce el sentimiento de la duda. Sin embargo existen, en los palacios
que retrata el fotógrafo, magníficas bibliotecas que podrían ser un marco perfecto
para espléndidos retratos. Pero no, ella no piensa ni lee. O, al menos, no se
espera eso de ella.
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Esta fotografía en concreto no se expuso en el Museo, pero la incluyo por el ambiente de gran mansión aristocrática, en la que la joven evidentemente no es la señora de la casa sino la puta de lujo del terrateniente. En la exposición había otras similares. |
La mujer de Testino no trabaja, se mueve en
espacios de una élite extremadamente rica y fundamentalmente ociosa, en la
línea de la gran tradición aristocrática para la que trabajar es de villanos y tener esclavas sexuales es algo normal.
Ella suele estar tumbada, o sentada, pero nunca
hace nada, nada más que estar ahí, dispuesta o invitando a una relación carnal.
Cuando está de pie es porque lleva un vestido inmenso cuyo metraje de tela le impide
sentarse con comodidad. En este caso se la llama mujer flor, que queda mucho
mejor que mujer florero. No hay, para estas mujeres, espacios de estudio o
reflexión. Testino las prefiere sentadas, o tumbadas sobre la mesa del comedor,
camas, camillas de gimnasio o directamente sobre la moqueta.
La mujer de Testino siempre está muy maquillada,
porque en estado natural no es bella. Toda la superficie de su piel está retocada
con photoshop para lograr una
imposible piel Porcelanosa. El vello, los poros o cualquier particularidad
natural de la piel se llaman imperfecciones
y deben borrarse. Los labios se sobredimensionan, a menos que hayan sido ya retocados
con cirugía. No parecen humanas. Esta artificiosidad se llama glamour.
Lo más interesante es la serie de posturas que
pertenecen a la comunicación no-verbal: la boca de labios carnosos y húmedos suele
estar entreabierta, como las piernas; la mirada perdida, asustada o provocadora
a veces, el cuerpo relajado, entregado, ofrecido cual víctima, dice “fíjate
todo lo que me puedes hacer”.
Entre las fotografías más desagradables está la de
la joven modelo con cuerpo de niña que está tumbada en una camilla en un lugar
un tanto siniestro, que recuerda un espacio carcelario o la sala de lavar
cadáveres de una morgue. La braga le queda grande, como el sujetador, y lo más sugerente
es que tiene la mirada ausente, no es consciente o no quiere saber que va a ser tomada o sometida a alguna práctica tan siniestra como el lugar en
el que se encuentra. La imagen está,
precisamente, tomada desde la entrepierna, donde se encuentra el espectador.
Un poco más lejos, vemos a Kate Moss, con una
mirada de niña mala. Testino enfoca la entrepierna con braguita de ositos, mientras
el talón de su zapato de tacón apunta, con tres balas de fusil de asalto, hacia
la vagina.
La foto escogida para el tarjetón de la
inauguración muestra la cara atemorizada de una joven indefensa, que mira hacia
arriba en clara postura de sometimiento, se protege el cuerpo con las manos
mientras luce una lujosa pulsera. Tal vez es el precio que ha tenido que pagar
para lucirla. Abuso de poder y amenaza están implícitos.
Mario Testino afirma que le gustan las mujeres
poderosas e independientes; tal vez sea cierto, pero las retrata en actitud de total
dependencia: sumisas o provocadoras, todas se definen en función de su poder de
seducción. Son, porque seducen. ¿Qué quedará
de ellas cuando ya no puedan seducir?
¿Qué clase de situaciones están siendo descritas? Algunas de estas imágenes me recuerdan las
escenas de rituales satánicos en la película de Kubrick, Eyes wide shut y no puedo evitar asociarlas con las víctimas
sexuales del MK Ultra.
¿Cómo puede ser que un museo de prestigio se
preste a exponer a mujeres casi niñas que se levantan las faldas para mostrar
su sexo? ¿Cuántas personas del establishment,
serias, profesionales, han dado su visto
su bueno para semejante insulto a la mujer?
Toda la prensa ha aplaudido. Todo el mundo
consideró esta exposición UNA MARAVILLA.
Nadie cuestiona, nadie reflexiona. Si se expone en un museo, es que hay que extasiarse. Y la gente así lo hace, obediente.
¿Qué ha pasado con nuestra conciencia y nuestro
espíritu crítico?
¿En qué consiste realmente esta liberación de la mujer?
¿Dónde están nuestros valores?
La mujer se reduce a ser un buen polvo sumiso. Y todos aplauden, mientras ríen, se congratulan y beben champán.