Kasoplón Galapagar
Falconetti
Feijoo
por Filóloga Filántropa
Érase una vez.. la Casta: una panda de inútiles, incultos e iletrados que, sin más mérito que su inexplicable osadía, decidieron jugar a ser dioses y practicar la inaceptable política del horror y la infamia.
Aquellos imbéciles involucionistas se instalaron en despachos inconmensurables desde donde intrigaban contra sus indefensos ciudadanos. Un buen día, determinaron conculcar principios sagrados e inviolables y empezaron a pergeñar leyes injustas, normativas incoherentes y decretos ininteligibles para contener no se qué pandemia inexistente provocada por no sé qué inidentificado virus. Según decían, les asesoraban invisibles comités de ínclitos expertos, cuyas verdades eran indiscutibles, indudables e irrefutables.
Durante un año, la Casta permaneció invicta y, desde sus reductos inexpugnables, sometió al pueblo, ignorante e indiferente, a inverosímiles e inhumanas tropelías. La gente acataba, indiferente, incuestionables dogmas de fe envueltos en un impresionante halo de no se qué ciencia infalible.
Viéronse calles intransitadas, comercios injustamente cerrados, balcones imposibles, niños infelices amordazados en ambientes irrespirables, sin juegos ni parques, profesores y sanitarios intoxicados por gérmenes agazapados en bozales putrefactos, ancianos solitarios y moribundos encarcelados en habitaciones inmundas y abandonados a su suerte, policías implacables: "¡Póngase la mascarilla!, ¡guarde la distancia!, ¡pasan cinco minutos del toque de queda!...
Aquella panda de irresponsables llevó al país a extremos tan insostenibles e intolerables que, un buen día, sus ciudadanos, insatisfechos, se impacientaron, se despertaron por fin y, comandados por insobornables médicos de Verdad, irreductibles youtubers , influencers incrédulos y artistas insurrectos, decidieron no permanecer más tiempo impasibles y se levantaron, todos a una, ante las normas inaceptables de sus infumables dirigentes.
Y lo que era impensable sucedió... inesperadamente: La insumisión tomó las calles y un ejército imbatible de gente insatisfecha se insubordinó frente a sus gobiernos. En todos los países lucharon, incansables, contra la iniquidad. Sus conductas fueron irreprochables y, protegidos por las fuerzas del Bien y de la Luz, resultaron invictos e indestructibles. En todo el mundo realizaron hazañas increíbles y obtuvieron incontables victorias. Y por doquier restablecieron conceptos irrenunciables e inalienables como la libertad inmortal y la inviolabilidad de los derechos humanos. Sus infinitas gestas permanecerán para siempre, inolvidables e imborrables, en los anales de la Historia de la Humanidad.
Y aquellos infieles inhumanos e indignos, que se creían invencibles e inimputables, al verse perdidos negaban y negaban los innumerables cargos, pero fueron desenmascarados y juzgados por jueces incorruptibles que castigaron sus innegables crímenes.
Entonces, las Castas de todos los países fueron ilegalizadas e inhabilitadas, y se tornaron invisibles... y desaparecieron para siempre de la faz de la Tierra.
Y colorín colorado, esta "plandemia" se ha terminado.
Filóloga filántropa