El otro modelo de mujer, el que tiene un culo 10. |
No existen valores éticos en la
publicidad. Como demuestran los estudios de los anuncios publicitarios, los
mensajes apelan a los impulsos menos elevados del ser humano, donde figuran los
conocidos como pecados capitales: ego
o soberbia, incitación erótica y perversión o lujuria, gula, pereza, envidia, además de inseguridad, hedonismo, narcisismo,
apego a la aprobación, miedo, insatisfacción, rivalidad, competitividad,
frivolidad, clasismo y, recientemente, pedofilia. El sadismo es también
parasitario.
Rozar el límite de la obscenidad es un truco muy antiguo de la publicidad y es una
garantía de éxito (MARMORI, Giancarlo, Iconografía femenina y publicidad, GG, Barcelona, 1977, p.6.) Algunas campañas publicitarias rebasan intencionadamente el límite y son
prohibidas por atentar contra la moral social pero, como el escándalo que provocan
era lo que se buscaba, son campañas exitosas aunque se interrumpan.
La niña, rubia como su madre, con la boca entreabierta ya se ofrece al deseo del espectador |
Por si no
fuera suficiente, las empresas
publicitarias recurren a psicólogos, expertos en mensajes subliminales y
mecanismos inconscientes, para que les asesoren y ayuden a crear imágenes relacionadas
con el sexo, la violencia y la muerte, para poder así manipular el inconsciente
del posible comprador y lograr dirigir sus acciones en la dirección deseada.
Edward
Bernays, el padre de la manipulación mental
La publicidad no es una mera
herramienta de marketing, sino que ocupa un lugar clave en nuestra sociedad de
consumo, mucho más importante de lo que nos podemos imaginar, pues configura
ideologías, dicta comportamientos, instituye creencias, en otras palabras se
comporta como una auténtica religión, con sus héroes, mitos, ideales, amenazas
de castigo si desobedeces y promesas de felicidad y paraíso si haces lo que te
dice. La publicidad se ha convertido en estos últimos 50 años en un poderoso
sistema autoritario que utiliza métodos refinadísimos de manipulación mental,
fundamentados en estudios del inconsciente que tienen su origen en Sigmund
Freud, y que fueron utilizados y desarrollados por su sobrino Edward Bernays[1],
el creador de lo que se denomina “relaciones públicas” pero que es, en
realidad, el arte de convencer a las
masas para que hagan lo que el fabricante del producto desea. Sus dos obras
fundamentales fueron Propaganda y Cristalizando
la opinión pública, ambas publicadas en 1928, que fueron utilizadas y
puestas en práctica tanto en EEUU como por Goebbels en la Alemania nazi. Hasta nuestros días sus ideas siguen vigentes.
“We are governed, our minds are molded, our tastes formed, our ideas
suggested, largely by men we have never heard of”.
Bernays, Propaganda, 1928
[1] Recomiendo ver el documental: http://www.youtube.com/watch?v=bFnHF08UGtw&playnext=1&list=PL874C332939233521
La publicidad parte de un
supuesto imperativo: debes seguir la
moda, si no nadie te va a querer, no vas a tener éxito, no vas a seducir,
no tendrás los dientes blancos, no vas a ser feliz, no tendrás un hogar feliz.
La publicidad es un sistema autoritario que funciona como una religión, afirma dogmas que jamás demuestra y logra convencer por repetición,
pues una mentira repetida cien veces se convierte en verdad.
La publicidad ya
no informa, impone una relación de equivalencia[1]
con una afirmación que jamás demuestra: haz esto que conseguirás esto otro. De
esta manera, por la repetición autoritaria de un dogma, acaba construyendo un
“léxico absoluto”[2],
es decir que la asociación de dos conceptos se hace directa e inmediatamente:
coche de gama alta = sube estatus social; labios untados con una gruesa capa de
pasta roja brillante = atracción erótica; bacterias = peligro; reloj muy caro =
respetabilidad; cómodo y fácil = bueno. Todas estas asociaciones son absurdas o
falsas pues besar unos labios embarrados es muy poco apetecible, la
respetabilidad de alguien no depende de un reloj, las bacterias están en todas
partes y no son un peligro -por el contrario nos ayudan a digerir lo que
comemos-, y las cosas que son fáciles y
cómodas rara vez son buenas.
La publicidad diagnostica
descontento e insatisfacción en la carencia del producto y promete el paraíso
asegurando la salvación si se lo adquiere. Al prometer sistemáticamente el
paraíso y la felicidad, se construye sobre
el engaño y la mentira.
La publicidad manipula el
inconsciente de forma autoritaria. Es, en realidad, un sistema de poder invisible que se ejerce sobre el ciudadano:
diseña modelos estéticos, impone comportamientos, implanta valores morales,
creando y reforzando una sociedad gregaria, miedosa, egocéntrica, frívola,
materialista, irresponsable, supersticiosa
y clasista.
Para terminar, la publicidad
juega con el tema más grave de la conciencia humana ¿Quién soy yo?, y en lugar
de ayudar, engaña pues un espectador
confundido y descentrado es más fácil de convencer y manipular.
¿Cuál es el motivo de esta
situación? Por un lado los publicistas ceden genuflexos a las exigencias de sus
clientes y utilizan todos los medios a su disposición, porque el fin justifica
los medios, y por otro lado el estado,
si bien controla muchos comportamientos de los ciudadanos como el pago de
impuestos o las infracciones a las regulaciones de trafico por ejemplo, no ejerce ningún control sobre los contenidos
y manipulaciones subliminales de los mensajes publicitarios.
Es nuestra responsabilidad
hacerlo consciente y no ceder sistemáticamente a los intereses económicos y,
también, ayudar a los que nos
rodean a serlo también.
No entiendo como te has podido olvidar del más exclusivo e insidioso sistema publicitario, el ideado por el doctrinario marxista Jorge Plejánov y más tarde por Vladímir Lenin, el AGIT-PROP llamándo así por sus argumentos emocionales y razonados.
ResponderEliminarDifundida a través del arte, la literatura, el cine o los carteles publicitarios, se usaba como método la agitación y la propaganda para influenciar sobre la opinión pública y de este modo obtener réditos políticos.
Por otro lado "agitación" sugería urgir a la gente a hacer lo que los líderes soviéticos esperaban de ellos. Teóricamente, la propaganda por sí misma debía actuar en la mente ("pasiva") de los individuos, mientras que la agitación lo haría respecto de sus emociones ("activas"). Aunque eso es más bien una pretendida visión analítica: en la vida real, ambas iban y van juntas.