domingo, 17 de mayo de 2009

Educar: un proceso misterioso


Durante siglos se ha dicho: la letra con sangre entra.

Y yo miro a mi hijo y me pregunto: ¿Cómo aprendemos? ¿Cómo se educa?

Cuando era niña íbamos a misa todos los domingos. Después cruzábamos la calle y nos comprábamos una tarta de manzana deliciosa que te mueres. Un día, después de haber estado escuchando al cura sobre los pobres que se mueren de hambre en África, salimos y compramos otra deliciosa tarta.

Al llegar a casa le dije a mi padre que no entendía lo que hacíamos, que me lo explicara. Perplejo me contestó: "A tu edad no se piensa".

Con todo mi respeto le dije que hasta que no entendiera no volvería a misa. Al cabo de un tiempo, él también dejó de ir a misa. Nunca volvimos a hablar del tema.

Durante años mi padre estuvo amenazado por ETA. Había polis en la puerta, le acompañaban a todas partes pero la puerta de casa siempre estaba abierta. Le pregunté si no tenía miedo. Me contestó que si querían matarle nadie podría evitarlo. El miedo no lleva a ninguna parte. Y siguió haciendo su vida como si nada.

Fue una gran lección. Y le estoy muy agradecida.

Mis padres me han enseñado a disfrutar de la vida. Probablemente sin querer.

1 comentario:

  1. Tus padres son magníficos y han hecho un buen trabajo contigo. Y tú lo haces con tu hijo, aunque a veces tengas tus dudas. Él es muy listo y consciente de que lo haces lo mejor que sabes y lo mejor que puedes, y lo doloroso que te resulta a veces tomar ciertas decisiones, por su bien, por lo que le quieres. Eso no podrá reprochártelo jamás. Le queda poco para ser mayor de edad y para apreciarlo en toda su magnitud. Estoy segura de que no te defraudará. Confía en él.

    Un beso fuerte a los cuatro.

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