Detrás de una persona anoréxica hay un deseo de gustar desapareciendo.
Se suele decir que la primera anoréxica fue Santa Catalina de Siena, porque ayunaba días y días. Pero no era anoréxica sino que era mística, porque el ayuno es un camino hacia la iluminación, ayuda a la meditación profunda y al paso a otra dimensión. El dato es interesante sin embargo: no comer lleva a la espiritualidad. La historia de la anorexia tiene a un hombre en sus orígenes: Lord Byron, el poeta romántico, se jactaba haber adelgazado 17 kilos en unos pocos meses. Ayunaba días y días, se alimentaba exclusivamente de leche porque, en su afán de absoluto, quería ser etéreo, lograr ser sólo espíritu. Ser delgado significaba ser espiritual, y no bajo y carnal.
En la mentalidad cristiana que culpa a la carne de nuestra caída, el cuerpo es la sede del pecado. El cuerpo y sus necesidades son enemigos del alma porque nos arrastran a las cosas terrenales, que son consideradas bajas y sucias. El cuerpo impide alcanzar la pureza. La carne es vil y no nos deja ascender a las cumbres de la espiritualidad. El cuerpo es el enemigo.
Existe al mismo tiempo en la literatura, inglesa precisamente, un arquetipo clásico: el mito de Ofelia, o la muerte como única alternativa al deshonor. Ofelia está enamorada de Hamlet, y éste mata a su padre: viéndose enamorada del asesino de su padre no ve otra alternativa y se suicida. Algo semejante observamos en las anoréxicas: saben que se pueden morir, pero nada las detiene; el instinto de supervivencia deja de funcionar, han interiorizado que prefieren morir pues no logran su ideal, y su cuerpo, tal y cómo es, es un deshonor. La mente humana es sorprendente.
Aunque parezca imposible, esta es la ideología que subyace, todavía hoy, bajo el rito de la anorexia y que encuentra en el Romanticismo el espacio ideal para prosperar allá por los años 1830. Pero esto no es todo. Pronto iba a cebarse con las mujeres.
El segundo paso es dado en Inglaterra también, pero una generación más tarde, en la época victoriana.
El puritanismo victoriano exige que la mujer idealmente femenina tenga una cintura de avispa, que el hombre pueda rodear uniendo sus pulgares por delante y anulares por detrás, aunque para ello deba vivir asfixiada por un corsé que deformaba el tórax y desplazaba los órganos, provocando enfermedades y abortos. (el grabado adjunto ilustra un libro de un médico del siglo XIX que denuncia esta insana costumbre. Pero la moda no suele ser sana).
Desmayarse era lo más, era ser finísssssssssima. Una tez pálida era la garantía de tener una exquisita educación., de ser nada carnal, sino puro espiritu. La dieta ideal: langosta con champán. La dieta preferida de las modelos de pasarela. ¿Carne roja? ¡qué horror! El hambre de carne llevaba al hambre de carne y eso era impensable en una mujer comme il faut.
Tanto Matisse como Picasso, siempre amaron las mujeres hermosas, "formosas", con formas. |
En los años 30, Greta Garbo y Marlene Dietrich inauguran la llegada de la estética nazi al celuloide de Hollywood: altas, rubias, atléticas, con ojos azules y MUY DELGADAS. Esto era una novedad, jamás las mujeres andróginas habían sido iconos de belleza: véase los desnudos de Picasso y Matisse de aquellos mismos años 30.
Twiggy, la modelo niña de los años 60 |
Otro paso importante hacia la moda de la extrema delgadez fue dado cuando en los años 60 la mayoría de los diseñadores siendo homosexuales y prefiriendo las formas masculinas a las femeninas, lógicamente, comenzaron a vestir a mujeres planas y delgadas como estacas generando la estética Twiggy, la modelo andrógina, alta, delgada, sin caderas ni pecho que paseaba los primeros trajes de chaqueta pantalón de Yves Saint Laurent, un prenda masculina que empezó entonces a ser llevada por las mujeres.Twiggy físicamente no era una mujer, era una niña.
Que los homosexuales prefieran las mujeres andróginas puede ser comprensible. Pero, nos podemos preguntar, ¿por qué los hombres que no son homosexuales también las prefieren delgadas? Por varios motivos.
Muchos hombres las prefieren niñas, pequeñas, modositas, obedientes: lolitas. Por el deseo natural de incesto. Pero esto no se puede decir. El deseo de incesto es un impulso natural del ser humano; por eso se prohíbe. Sólo se prohíbe lo que apetece. El deseo de incesto ha sido y es aceptado en muchas culturas. En la nuestra, no. Por razones que han sido estudiadas por Marvin Harris y otros. Muchos padres desean a sus hijas. Algunos llegan a hacerlo, otros consiguen controlarlo, pero el deseo está ahí, soterrado, oculto.
Pero nunca hay una sola causa a un fenómeno: el hombre contemporáneo ha perdido su lugar tradicional de proveedor de protección y alimento de su manada y no sabe cómo reubicarse. La mujer que durante milenios estaba circunscrita al ámbito de la casa y la familia ahora está por todas partes: en la empresa, en la política, en la universidad….Ante una mujer que ocupa los espacios tradicionales del hombre, los hombres no saben dónde ubicarse ellos mismos, y prefieren mujeres que ocupen poco espacio físico, y que se parezcan más a sus hijas, inexpertas y frágiles.
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Un hombre de 60 años casado una mujer de 30 es aceptado como algo normal. Lo inverso sería percibido como grotesco. |
La estética de la extrema delgadez coincide en el tiempo con la liberación de la mujer. Miles de años de patriarcado no han impedido que la mujer haya entrado como una tromba en la sociedad en el siglo XX y en todos sus ámbitos. Mujeres artistas, empresarias, científicas, políticas, a la vez que madres, educadoras, cuidadoras...Las mujeres han tomado tanto poder tan deprisa que el hombre no sabe qué hacer, qué espacio ceder y las prefiere pequeñitas.
La anorexia es un arma inconsciente para que la mujer ocupe físicamente menos espacio en la sociedad. Pero nos venden la delgadez como sinónimo de salud y de belleza. Cuando las defensas de la mujer se acumulan en su grasa corporal. Las mujeres muy delgadas no tienen mejor salud que las que tienen su capita de grasa. Y os dejo, que me voy a tomar un chocolate con churros, corriendo!
Bibliografía:
Josep TORO, El cuerpo cómo delito. Ariel, 1996.
Marvin HARRIS, Nuestra especie, 1990.
DIEGO, Estrella de, “Todas fueron las hijas del Cid. A propósito del camuflaje, los relatos culturales y los clichés supervivientes entre las representaciones de mujeres en España”, en el cat. de la Exp. Imágenes de mujer en la plástica española del siglo XX., Zaragoza, IV-2003, F. Pablo Serrano, pp. 36-42.