Versión sonora de este artículo:
Conclusión
Duchamp, ídolo de los artistas conceptuales,
un impostor sin paliativos junto a
¿su urinario?
En el 2004, la BBC y el bilderberguiano
diario El País remachaban la afirmación según
la cual el Urinario de Duchamp había sido elegido por 500 expertos como la obra
señera del siglo XX. Pero ¿quiénes son
esos 500 expertos? Imposible saberlo. Ninguna información sobre dónde y
cómo se había hecho la pretendida encuesta. La BBC puede afirmar lo que le venga en gana,
que nadie se atreverá a rebatirle o pedir explicaciones de semejante titular.
Me propongo, en las siguientes líneas, desmontar la mayor estafa detrás de "la obra más influyente del siglo XX".
Para demostrar la mentira de la historia oficial del arte moderno, utilizaré el método del caso y me centraré en la célebre letrina, porque permite entender cómo
se fabrican los iconos e ídolos, y cómo la historia oficial del arte del siglo XX no es algo serio y contrastado, que se revise a medida que aparecen nuevas informaciones, sino que
es una sarta de historietas hilvanadas a otras mentiras, repetidas por los
interesados sin rubor alguno, y que van tejiendo un engaño muy bien trabado.
La carta
incriminatoria
La siguiente carta de Marcel Duchamp desde
Nueva York a su hermana Suzanne,
enfermera en París, en plena guerra mundial, se dio a conocer en 1983 [1].
En ella, el francés se refiere a una amiga como la persona que presentó a una
exposición un urinario como escultura.
En 2002, la historiadora canadiense Irene Gammel demostró que dicha amiga era
la Baronesa Elsa Hildegard von Freytag-Loringhoven[2]. Dos años después, la BBC y “El País” -el eco del Establishment en
español- afirmaban que tras una
encuesta, 500 expertos en arte habían elegido al urinario de Duchamp como la obra más influyente del siglo XX. Sospecho
que no se hizo ninguna encuesta, sino que vieron necesario remachar el clavo
que podría caer tras la publicación del trabajo de Gammel. Así se mantienen las
mentiras, generando fake news para encubrir la verdad y repitiéndolas hasta el
aburrimiento[3].
Veamos la carta de Duchamp a su
hermana:
“11 de abril 1917
Mi querida
Suzanne____
(…)
Una de mis
amigas, bajo un seudónimo masculino, Richard Mutt, había enviado un urinario (pissotière en el texto original) de
porcelana como escultura. No era en absoluto indecente. Ninguna razón para
rechazarla. El comité ha rechazado exponer esa cosa. He dado mi dimisión y he aquí un chisme que tendrá su valor en Nueva York ____
(…)
Affectt
Marcel” [4]
-Notemos que, en 1917, Duchamp se refiere a
la “obra” que posteriormente se atribuyó como “esa cosa”.-
No es la primera, ni la última vez, que un
artista con afán de protagonismo se atribuye la autoría de una obra de otro
artista. El plagio está a la orden del día dado que la ceguera de un ego
desbocado no tiene límites y no repara en que las mentiras siempre tienen patas
cortas.
Pero estamos aquí ante la mayor estafa del
arte moderno mantenida deliberadamente hasta hoy.
Primero, Duchamp sabía
perfectamente que aquel urinario había sido la idea de su amiga alemana y
dadaista, la baronesa Elsa
von Freytag-Loringhoven.
Segundo, desde 1983, fecha de la publicación de su
correspondencia, es decir, hace casi 40 años, todos los expertos en Duchamp saben, o deberían saber, que él
no fue el autor a pesar de haberlo dicho y repetido a lo largo de toda su vida.
Tercero, porque a pesar de saberse la verdad de la autoría, los medios del
Establishment ignoran los nuevos datos y siguen machaconamente sosteniendo que esa
cosa es una obra de Duchamp y la más influyente del
siglo XX[5].
Expertos que son juez y parte
En 1969, Arturo Schwarz publicó por
primera vez dos voluminosos tomos titulados Las
obras completas de Marcel Duchamp[6],
obra que revisó y reeditó en 1996 y 2000 (es decir, después de la publicación de La carta), convirtiendo así su recopilación en
la Biblia sobre Duchamp. -Hay que
recordar al lector que toda esta estafa del arte de caca-culo-pedo-pis se
fragua en los años 60, cuando Theodor Adorno (realmente Theodor Wiesengrund) y sus secuaces manipuladores de la Escuela de Frankfurt se adueñan del discurso sobre el arte.-
Y ¿quién es este experto en Duchamp tan
interesado en controlar lo que se dice y piensa sobre el artista? ¿Un pensador,
un profesor de alguna universidad? ¿Un filósofo o un historiador? No. Schwarz
es un comerciante de arte, es el dueño de la Galería de arte Schwarz en Milán, y
el que logró, en 1964, la exclusiva para
realizar las llamadas réplicas del
infausto urinario así como del insulso Botellero,
firmadas y numeradas por Duchamp. Es decir, que el milanés no tiene ningún interés en que se sepa la verdad del fraude, porque podría ser acusado de estafa.
-Apunto que en
la historiografía del arte, es réplica
cuando un artista se copia a sí mismo. Cuando es otro artista el que reproduce
fielmente una obra, se denomina copia. En este caso, si el galerista se
atribuye la autoría de la reproducción, como es el caso, es una copia, firmada, pero copia al fin-.
Pero Schwarz no es experto sólo en
Duchamp sino también en Cábala y Alquimia[7], es decir, en la tradición
esotérica judía. ¿Tendrán algo que ver los objetos soeces de Duchamp con la Cábala judía? Como
ya señalé en mi ensayo Arte, profanación
y magia negra, en mi opinión llevar a contemplar una letrina como arte es
una suerte de magia negra acometida contra el pueblo incauto e ingenuo con la intención de dañarlo.
¿Y qué dicen los expertos franceses?
Según el Catálogo razonado de Jean Clair[8], la 1ª versión del urinario
del artista se perdió (por supuesto, ya que no era suya); la 2ª fue la de
Sidney Janis (galerista jázaro de Nueva York), de 1951 y la 3ª versión son las 8 réplicas numeradas y firmadas,
de la misma Galería Schwarz.
Si
creemos a Jean Clair, sólo habría
entonces 9 “auténticas réplicas” del urinario, sin embargo, hoy en día, hay 10 que
se encuentran en los museos de París,
Londres, Estocolmo, Ottawa, Kyoto, Tel Aviv, Roma, San Francisco, Filadelfia y
Bloomington, Indiana. ¿Cuál de ellas es la obra falsa? Mi respuesta es sencilla: todas son una falsificación desde
el minuto uno.
Y si añadimos que algunos dicen que hay
hasta 16 ejemplares del urinario en otras galerías….
Ahora, podríamos preguntarnos:
¿por qué
no hubo ninguna versión del urinario antes de 1951?
¿No quedamos en que es una obra importantíiiisima creada en 1917?
¿Puede estar una obra fundamental perdida durante casi 40 años y que nadie lo diga en los libros? Curiosamente, ningún experto menciona este bache, esta ausencia en la historia de la cosa y siempre hablan del objeto como si, desde 1917, hubiera siempre sido venerado cual icono sagrado.
Y también ¿Cómo supo el galerista Janis que convenía hacerse con uno, casi 13 años antes del super experto coleccionista Schwarz?
El caso del Botellero nos
va a ayudar a ver con más claridad todo esto.
El botellero, aparato
para secar las botellas antes de llenarlas de vino que Duchamp compró en unos
grandes almacenes parisinos.
Según Jean Clair en su muy serio Catálogo razonado, afirma que el Botellero tuvo 5 versiones:
la 1ª dice
que es del autor, de 1914;
la 2ª sería la del coleccionista Robert Lebel de
ca.1921 (quién probablemente fue rápidamente a los grandes almacenes del
Hotel de Ville para poder decir que tenía un Duchamp de 1914);
la 3ª versión
sería la del fotógrafo y amigo de Duchamp, Man Ray. De ¿1917? Noooo. La de Man
Ray es de………… ¡1961!, que es cuando se maquina toda la fama a posteriori del surrealista Duchamp de
los años 20;
La 4ª versión es de
Rauschenberg, del mismo 1961.
La 5ª de Ulf Linde, y se encuentra hoy en el Moderna
Museet de Estocolmo, de 1963.
Y, finalmente, las 8 réplicas, numeradas y firmadas, de Arturo Schwarz, en 1964.
Es decir, que habría en el mundo 13 versiones auténticas del Botellero.
Observamos de nuevo, que la moda del
Duchamp dadaísta se dispara en los años 60. Pero aquí, al menos, dicen que
tenemos el Botellero original de 1914 y la de su amigo Lebel quien se hizo con un botellero en
los años 20.
¿Por qué se puso de moda tener un urinario de repente? De repente, todos quieren uno.
Sería interesante saber si, cuando Janis adquirió su versión en 1951, lo hizo público o lo mantuvo discretamente en la trastienda....
¿Por qué tuvieron que esperar a 1961 para hacer todas esas versiones?
¿No quedamos en que era la obra más
importante del siglo? Pues, probablemente porque había que esperar a...... que
muriera su autora, la Baronesa Elsa, y probablemente otras personas que conocían
la historia y podían destapar la liebre. Métodos mafiosos.
En su Biblia, Schwarz, en el artículo referido al Botellero[9], cita la carta del artista a su hermana Suzanne
(15.01.1916) en la que le dice que hay un botellero en mi estudio, llévatelo y
firma en la base con pintura blanca plata “(D’après) Marcel Duchamp”) porque dicha misiva
certifica la autenticidad de la autoría. Sin embargo, en su artículo sobre el
urinario (p. 648), no cita la carta donde Marcel se refiere al urinario, cuando
esta carta se encuentra unas páginas más adelante en el mismo libro. La omisión no puede ser más flagrante y
deliberada. [10],
La razón de este olvido es muy sencilla
de entender: en base a esa información, Schwarz podría ser acusado de estafa continuada, falsificador, conspirador para alterar los precios de las obras... dado que su libro se reeditó dos veces después
de que se publicara la correspondencia de Duchamp en 1983.
Y como algo tenía que escribir en su Biblia sobre la
letrina, para marear la perdiz y aportar una supuesta prueba de la autoría,
Schwarz adorna la cosa con una historia, probablemente cocinada por el
propio Duchamp y sus amigos, donde cuenta que, estando almorzando alegremente en
casa de sus anfitriones neoyorquinos, los Arensberg, el francés contó que había
tenido la idea de exponer un urinario como escultura en el certamen de artistas
independientes de 1917; Walter Arensberg y Josef Stella quedaron encantados con
la propuesta y, acto seguido, salieron todos a comprar el sanitario a la tienda
J.L Mott Iron Works. Schwarz añade que otra amiga y coleccionista, Beatrice
Wood (amiga y coleccionista del francés), precisó que ella también había sido
testigo del “evento”.
Según el mismo Schwarz existe otra
versión más, la de Rudi Blesh, quien narró que al enterarse del rechazo de la
obra, Walter Arensberg se dirigió a las salas del certamen, informó que quería ver la obra para
comprarla, que como nadie sabía nada, la encontraron detrás de una mampara, que
pagó lo que le dijeron y se la llevó, atravesando ostentosamente toda la galería
con el rechazado mingitorio.
Si la otra historia es pura fantasía, ésta de Rudi Blesh ya es el despiporren, como diría Forges.
Es muy extraño que un galerista y coleccionista tan afín a Duchamp narre una historia tan peregrina en su Biblia, dado que de todos es sabido que el urinario original se perdió, y si lo hubiera adquirido Arensberg en 1917, hubiera estado a buen recaudo con las otras piezas de su colección de Duchamps.
Si la otra historia es pura fantasía, ésta de Rudi Blesh ya es el despiporren, como diría Forges.
Es muy extraño que un galerista y coleccionista tan afín a Duchamp narre una historia tan peregrina en su Biblia, dado que de todos es sabido que el urinario original se perdió, y si lo hubiera adquirido Arensberg en 1917, hubiera estado a buen recaudo con las otras piezas de su colección de Duchamps.
El añadido de Rudi Blesh por parte de Schwarz deja en evidencia que no busca la verdad sino enmarañar al lector a la par que le da cierto pedigree excitante a la cosa.
El articulo de Schwarz demuestra que no sólo Duchamp mintió,
sino que fueron varios los que se pusieron de acuerdo para tramar la impostura:
los Arensberg, Josef Stella, Beatrice Wood, Rudi Blesh así como todo el
directorio del MoMA con Alfred BArr a la cabeza, de la fundación Salomon Guggenheim
y, como no, Peggy Guggenheim, que fue su amante; así como Alfred Stieglitz el primero que fotografío la cosa y el propio Schwarz que lleva toda la vida lucrándose de la impostura.
Ahora que sabemos la verdad, que la idea del urinario fue de la Baronesa Elsa ¿cómo se puede seguir contando semejantes bulos durante casi 40 años?
Como podemos ver, en la literatura oficial
del arte moderno, los expertos no sólo
son juez y parte, sino que se comportan como estafadores profesionales que encubren
sus mentiras con más mentiras, y sin el menor sonrojo. Escriben catálogos, dan
conferencias, hacen las réplicas, venden las obras, asesoran a las galerías y
se lucran con cada subasta. Y tal vez también, amordazan a los que quieren
contar la verdad. Me sorprendería que Irene Gammel hiciera una brillante
carrera en el mundo académico del arte si pretende que se sepa la verdad sobre
este asunto.
Muchos expertos del arte vendrán a argumentar
que poco importa quién es el autor, que lo que importa es LA IDEA. Si la idea
es lo importante, ¿Por qué empecinarse en esconder al verdadero autor? ¿ por qué
no decir que fue Elsa en lugar de Marcel?
El problema es que Elsa no era caballo
ganador de la cuadra jázara, y nadie apostó por ella. De hecho, esta artista
transgresora y original donde las haya, es una completa desconocida, incluso en
las facultades y entre los expertos. Y seguirá siéndolo, porque si se promocionara su figura, se acabaría sabiendo lo que descubrió Gammel: que fue Elsa la que presentó el urinario en 1917.
Duchamp, colaborador consciente
de la estafa
Pasemos ahora a ver cómo el propio
Duchamp hablaba de esa idea tan genial.
Entrevista al diario francés
“L’Express”, Duchamp a Otto Hahn el 23 julio de 1964:
“Mi fuente-urinario
partía de la idea de hacer un ejercicio sobre la cuestión del gusto: elegir un
objeto que tiene la mayor posibilidad de no ser amado. Un urinario, hay muy
poca gente que encuentre eso maravilloso. Porque el peligro está en el deleite
estético. Pero se puede hacer que la gente se trague cualquier cosa, y es lo
que ha ocurrido.” [11]
Cuatro frases que no tienen desperdicio.
1. Duchamp afirma que la
obra es suya. Miente descaradamente, porque probablemente no sabía que algún día
se publicarían las cartas a su hermana.
2. La llama fuente-urinario, es decir, que no deja
de ser un urinario para él. Algunos dicen que el título de Fuente no es de Duchamp, sino que se lo puso el que primero
fotografió la cosa, Alfred Stieglitz.
3. Reconoce que la obra
es simplemente una provocación al público para molestarlo al llevarlo a los límites del buen gusto.
4. Deja claro que no
quiere que el público disfrute con el deleite estético, que eso es un “peligro”.
Esto define la intención deliberada de
crear un anti arte, desagradable, que moleste al público y le impida disfrutar
de la belleza. Afirma sin argumentar que el deleite estético es peligroso. ¿Peligroso? ¿para quién? ¿será que el deleite estético empodera al pueblo? ¿Vuelve al espectador poderoso, luego peligroso? Lo que me queda claro es que la contemplación del arte basura destruye al ser humano.
5. Reconoce que la pieza es una
tomadura de pelo deliberada. Que es fácil hacer tragar al público cualquier
cosa, y que lo ha conseguido.
El estudio del caso de la cosa aporta fuerza a la sospecha que, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial, todo la cúpula del arte, universidades, galeristas,
grandes medios de comunicación están confabulados para imponer y mantener una
serie de mentiras con las que, por un lado, se lucran sustanciosamente, y por
otro, desprecian al público, buscando suprimir
el deleite estético, llevándolo a contemplar
objetos infectos como si fueran excelsas piezas de gran valor artístico.
La historigrafía oficial del arte del
siglo XX parece estar fabricada por un grupito de galeristas y artistas,
conchabados con coleccionistas millonarios, casi todos jázaros, para encubrir
los plagios y las falsificaciones.
Si la
hazaña del urinario era la descontextualización de la obra que le concede un
nuevo significado en una galería de arte ¿por qué no eligieron la rueda de bicicleta sobre taburete o el
botellero? Muy simple: porque contemplar una rueda atornillada a un taburete o
un botellero no daña moralmente al espectador, mientras que hacer contemplar
una letrina mientras afirmas que es una obra maestra sí que arrastra al
espectador hacia lo bajo y soez, que es precisamente lo que quieren.
La tan cacareada obra señera del
Siglo XX es una impostura y una reconocida tomadura de pelo por su promotor.
¿Hasta
cuándo vamos a permitir el desprecio de las mal llamadas autoridades académicas?
[2]
GAMMEL Irene,
Baroness Elsa: Gender, Dada,
and Everyday Modernity—A Cultural Biography. Cambridge: MIT Press, 2002.
[3]
Juan Antonio Ramírez publicó en 1993 su ensayo Duchamp, el amor y la muerte incluso (Siruela), sin hacer mención
alguna a las cartas de Duchamp a su hermana, y vuelve a repetir la cantinela
oficial: el urinario fue presentado por Duchamp a la primera exposición de las
Sociedad de Artistas Independientes en 1917, de cuyo comité formaba parte y que
al ser rechazado, dimitió. Y todo esto lo afirma sin referencia bibliográfica
alguna.
[4]
Affctt Marcel.The Selected Correspondance
of Marcel Duchamp, Francis M. Naumann & Hector Obalk, Thames
&Hudson, 2000, p. 47.
[5]
La BBC insiste en remachar la impostura: Duchamp's Urinal tops art
survey", BBC, 1 diciembre 2004, http://news.bbc.co.uk."Un urinario,
la obra más influyente del siglo XX", 2 diciembre 2004, elpais.com.
[6]
SCHWARZ Arturo, The Complete Works of
Marcel Duchamp, Delano Greenidge ed., New York, 2000. P. 615.
[7]
SCHWARZ Arturo, Kabbalah and Alchemy,
Jason Aronson Inc, 2001.
[9]
SCHWARZ Arturo, The Complete Works of
Marcel Duchamp, Delano Greenidge ed., New York, 2000. P. 615.
[10]
Affctt Marcel.The Selected Correspondance
of Marcel Duchamp, Francis M. Naumann & Hector Obalk, Thames
&Hudson, 2000, p. 615.
[11]
Otto Hahn, L’Express, nº 684, 23 julio 1964.
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